noviembre 08, 2010

José Parrilla. El profesor de amor.


Quizá nuestro trabajo crezca sobre el vaticinio de Ida Vitale: “Parrilla con su vida andariega es otra historia. Para mí es como uno de esos dibujos hechos con rasgos punteados que hay que adivinar y que quizá alguien completará algún día”. Así que retomamos el trazo para ingresar en uno de los misterios más insondables e interesantes de la literatura y la vida artística uruguaya. Pero antes que Ida Vitale, él mismo profetizó: “Yo voy a ser como Arthur Rimbaud, voy a escribir dos libros y voy a pasar a la posteridad” o como dice al término de su manifiesto surrealista: “Eso hasta hoy, y hasta que Ustedes se venguen de mí, y me hagan inmortal” Hoy hay muestras importantes de esta resignificación, o mejor, de esta reivindicación histórica de José Parrilla.
El documental tenía que llamarse como la edición póstuma completa de su obra: José Parrilla: El Profesor de amor. Así parecía decidirlo él, por la década del cuarenta, cuando con este epígrafe se definía en unas tarjetas personales intentando la provocación de aquel Montevideo de traje oscuro y de un lirismo anquilosado, hegemónico e institucionalizado. “Parrilla era el niño terrible al que los burgueses temían en aquella aldea llamada con pompa “la Suiza de América”. Famoso por sus tarjetas de “Profesor de Amor” que entregaba mano a mano en la calle a los transeúntes, vistiendo un batón negro de su madre, escandalizando al “Tontovideo” (Herrera y Reissig desde la Torre de los Panoramas se reían a carcajadas)” (Mario García, 2008, pp 87).
Parrilla era un raro, quizá por estar demasiado acompasado con el sentir artístico de los movimientos vanguardistas internacionales. De hecho, quizá sea el primer surrealista ortodoxo que encumbró su obra en las veredas montevideanas. “En Uruguay el surrealismo nunca había prosperado, al margen de algunos registros de Selva Márquez, en cierta forma Parrilla introdujo las técnicas de la asociación libre de ideas e imágenes (la escritura automática), el onirismo, la exaltación de lo irracional, el humour –que tanto defendía André Breton-, la libertad formal absoluta, la indagación a fondo en el inconsciente relacionado enfáticamente con lo sexual y la muerte” (Pablo Rocca, 2008, pp 76). Sin embargo, en esos primeros años de la década del cuarenta, la literatura había logrado cierto estatuto, cierta institucionalización, cierto discurso alineado a una estética, si se puede decir, legitimadora y hegemónica. “En ese momento el surrealismo y el Dada, encontraron en Parrilla su tardío e ignorado discípulo. Marginal de todo movimiento o grupo homogéneo, dejó muy pocos rastros de su obra édita y aun mucho menos de su enigmática trayectoria vital” (Pablo Rocca, 2008, pp 73). Gabriel Peveroni señala: “no puedo tampoco, ni debo, buscar ni forzar un falso objetivismo, por respeto a la academia y a quienes deberían replantear la obra de Parrilla en su justa medida aunque se alteren –y con justicia- algunos cánones sagrados que permanecen intocables desde el 45 hasta la fecha” (Gabriel Peveroni, 2008, pp 81).
Parrilla fue faro de importantes poetas como –su alguna vez contertulio- Humberto Megget, y posteriormente de autores como Mario Levrero, que al igual que otros tantos escritores actuales, lo señalan como una importante referencia literaria “Parrilla apenas había cumplido 20 años y fue considerado un maestro por ciertos escritores y artistas plásticos aun adolescentes que hacían su primeras armas en los alrededores de la Universidad y de la plaza Cagancha, sobre todo el café Sorocabana y el Taller Torres García” (Pablo Rocca, 2008, pp 75).
Parrilla es vanguardia. Es un poeta con una lucidez y una sensibilidad artística extraordinaria. No sólo supo traer la escuela francesa al Montevideo de la década del cuarenta, sino que supo dimensionar algunos de los movimientos y obras que se estaban gestando en el contexto local de aquella época. Distinguió, acertadamente, en El Pozo de Juan Carlos Onetti la novela fundamental de la literatura uruguaya, incluso antes de que la crítica de entonces la acreditara como tal. Mario García dice, refiriéndose a El Pozo: “Parrilla al acercarme el libro de Onetti en forma convincente expresó “Lee al mejor escritor uruguayo”. Esto lo dijo en el año 1941 y tenía razón. La vida atestiguó la inteligencia, su clarividencia para percibir la calidad literaria de lo escrito por Onetti en su primera novela” (Mario García, 2008, pp 86).
Con Onetti se conocieron personalmente cuando Parrilla irrumpió en la Agencia Reuter decidido a manifestar su romance con el mundo onettiano.
Así mismo, generó una fuerte relación de amistad con Raúl Javiel Cabrera y una predilección por su obra, pese a que Cabrerita, como se lo conocía, fuese un pintor prácticamente desatendido y marginado. Al mismo tiempo generó cierto vínculo con el maestro Joaquín Torres García, con quien llegó a intercambiar correspondencia y valorar artísticamente en su justa medida.
Parrilla es un desoído de la generación del 45, por trabajar en una estética totalmente distinta a la del canon. Refunda una poética urbana, montevideana, sin concesiones pintorequistas, que lo adelantan incluso a los poetas del 45” (Gabriel Peveroni, 2008, pp 81). No obstante, fue líder de un pequeño grupo de escritores que alternaban entre el Café Sorocabana y bares menos populares como el Yatasto. Este último recuerda largas noches de poesía acompañadas por Pedro Picatto, Liber Falco, Cabrerita, el profesor Roberto Ibáñez y Mario García, entre otros.
Quizá, Parrilla, en una suerte de incomprensión, incomodidad, haya decidido por el año 1948 emigrar hacia España y posteriormente a Francia donde sembraría un movimiento filosófico tan extraño y curioso como su figura: el Esterismo. Al día de hoy, un grupo de franceses y españoles se jactan de ser seguidores y discípulos de él, o del Parrillato, la otra forma de llamar a este movimiento aparentemente espiritual que se gestaría en una especie de castillo en Niza, Francia.
Bajo el nombre José Parilla se constatan dos libros asombrosos: La llave en la Cerradura y Rey Beber, publicados en 1943, y un pequeño manifiesto, El elogio del miembro, editado en el mismo año y bajo el mismo –su propio- sello editorial: Ediciones Ester. Hay versiones que hablan de posibles escritos inéditos que hubiese desarrollado Parrilla en Niza, pero eso es algo más que se agrega al enigma que rodea todo su transcurrir y, que por su parte, motiva una futura indagación.

Juan Pablo Pedemonte. Setiembre, 2010.

Bibliografía

Parrilla, José. El profesor de amor. Obra completa. Ed. Yaugurú. Bibilioteca Nacional. Montevideo, 2008

4 comentarios:

Paula Einöder dijo...

Muy bueno el documental, Juampa. Me despertó el interés en este poeta, así que voy a ver qué encuentro online sobre su obra. Beso.

Anónimo dijo...

Gracias por el material. Muy bueno. Abrazo. Sergio

Isabel Domínguez Craigdallie dijo...

Muy buen material. Felicitaciones!! Me gustaría subir este video a facebook para dar difusión de este valioso material que tienes. No se como hacerlo, si es que se puede o deseas.Me llamo Isabel Domínguez Craigdallie.
Correo isabeldomcraigdallie@hotmail.com

Camila dijo...

Me interesa conocer datos sobre distintos poetas y por eso vale la pena disfrutar de esta clase de información. Al llegar a mi hogar me gusta poner algo a calentar en mi horno y ponerme a leer poesía. Es asi como puedo pasar varias horas.