julio 20, 2012
¿Qué se muere de entierro? JORGE MERETTA (1940-2012)
La muerte es un detalle. Inevitablemente me surge este aforismo onettiano frente a la pérdida física de uno de los más grandes creadores vernáculos del último decalustro. Y enfatizo que la pérdida es solamente física, porque Jorge Meretta, además de su entrañable recuerdo, ha dejado una obra sólida, vastísima, que aun siquiera ha sido sopesada con justicia en la palestra literaria.
Jorge Meretta fue un creador polifacético, portador de una voz acrisolada en el continuo de una obra tan vasta -más de una setentena de títulos entre libros y plaquettes- y de pasajes tan refinados, que cualquier antología de la poesía uruguaya debería necesariamente incluirlo. Desatender la poesía de Meretta es desoír una de las expresiones de mayor sensibilidad artística de los últimos tiempos. Como sonetista, tal vez no se encuentren referentes así desde la ausencia de Álvaro Figueredo, Juan Cunha o Concepción Silva Bélinzon, por citar algunos de los autores que hicieron culto de la forma endecasílaba.
La poesía de Jorge Meretta aborda los temas universales de las tradiciones con un marcado carácter existencialista. Sin desprenderse de las raíces clásicas , su poesía es a la vez moderna. Dialoga transversalmente con las distintas vanguardias, y no obstante, es auténtica, vital, personalísima.
Meretta decía, las vanguardias serán las retaguardias del mañana. Por eso, su búsqueda es la de una sensibilidad renovada (así decía citando a Vallejo) haciéndose valer del arsenal clásico y de la multiplicidad de lecturas. Se trata de una poesía por momentos erótica, por momentos desoladora, por momentos ensimismante, pero sobre todo, una poesía que se presenta ante el drama existencial como un posible asidero de acogimiento.
Entrar en la poética meretteana es abrir la puerta hacia un misterio tan exquisitamente concertado, que ni siquiera el autor debe haber tenido entera conciencia del constructo de belleza universal que estaba pergeñado.
Leer a Meretta es por momentos entrar en un laberinto, en un laberinto clave. El lector avanza en un poema y, de pronto, se encuentra en un punto sin soluciones lógicas. La sensación es la de haber avanzado inocentemente hacia una emboscada; la de haber entrado por la puerta del sentido a un sinsentido aparente; un metasentido; la impresión de hallarse en una trampa epistemológica. O simplemente, la de verse deslumbrado frente al misterio. En cierto momento, conversando sobre esto, me dijo: El problema es estar entre las palabras para llegar a ese enigma.
Algunos poemas muestran, a la manera de un símbolo urbórico, esa delicada unión de los extremos, construyendo un corpus donde las primeras palabras luego reaparecen -y no redundan- en el remate de la obra: La palabra vil, por ejemplo / me cae a violín partido al medio / porque hay sonidos que debieran / cuidarse de contexto de lenguaje, / de fonemas y alófonos / que un día puedan / salvar al violín de la palabra. Es que en Meretta, hay una preocupación formal sobresaliente. Además de la rítmica interna, hay un manejo preciso de las zonas de tensión -a la manera de una estructura narrativa- donde el autor es notoriamente consciente, por ejemplo, de la importancia del desenlace. Meretta se destaca por el carácter sentencioso, y a la misma vez abierto, de mucho de los finales de sus textos. Por ejemplo, el poema VII de Laberinto Clave: También debería nombrarte / con un paso tardío / como en aquel patio perdido / a la deriva por tu piel; / sólo allí, como ayer, / sigues desnuda: / brillan tus hombros, arde tu cintura. / Sí, debería llamarte otra vez / o dejaría un hueco vacío para siempre, / un desamparo sin consuelo y unos claros cabellos. / Pero olvido hasta tu nombre para que nada te cubra. O el poema IX de Escrito en Casa: Me he tumbado en la cama y eso es todo. / Fumo esperando a nadie si esperar / es escuchar cómo un reloj martilla / sobre el clavo del tiempo. Me desnudo / Regreso hasta mi cuerpo. Estoy mirándome / a los pies que reposan como piedras caídas en el charco de la noche. / Quiero dormir y fumo. Tengo frío. / Tiro de mí. Recojo mis cobijas. / Y me cubro de toda transparencia. Del libro Trazas, el poema V: La niebla es la hoja de este día / donde quisiera escribir un árbol / Pero las ramas son miopes / un estorbo del verde / en un tronco arrugado del papel. / Sólo un pájaro se salva del decirse.
La composición en Meretta tiene un gran sentido de orden. La sucesión de fonemas está orquestada bajo tal concepto de equilibrio, que pareciese existir en el poeta un dominio magistral del lastre de cada palabra sobre el sopeso general de la obra. Nada es indeliberado, sino producto de la rigurosidad y de cierta obsesión estética.
Por otro lado, hay un Meretta aporístico, que entreteje en los límites del lenguaje; un Meretta que aprieta y deshuesa la palabra interpelando su sentido: del poema A caballo: Gasto la piel / rascándome / a espaldas de mis uñas, o en Del blanco: Padre: sólo el mirar / del no ver lo que se mira / es ojo; o de El pozo: Cavo un pozo / y escarbo sin llegar al pozo/ el escondite del vacío; o del libro Basta, el poema IV: por una grieta / el tiempo escapa de una pared / Nadie puede saber cómo lo hace, cómo puede dejar a una pared tan sola / y no ser la grieta en la pared del tiempo.
La poesía de Jorge Meretta tiene una médula rítmica, musical, que quizá tenga parte de su explicación en un oído cultivado por el jazz. Meretta, como un rasgo más de su singularidad, fue ejecutante de vibráfono. Pero su carácter polifacético se extiende en múltiples actividades. Durante cinco años fue panelista del programa De puño y letra que emitió cx 26 Radio Sodre. Fue, además, un intervencionista editorial, habiendo participado en cada una de las tapas de sus libros, muchas de ellas bajo la estampa de otra de sus aficiones: la fotografía. Jorge Meretta, además de fotógrafo, integró la presidencia del Fotoclub del Uruguay. Incluso ha incursionado en cine como director y guionista del cortometraje Muñeca rota. Y todo esto sin desatender su profesión de odontólogo que le valió integrar el profesorado de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República.
Pero la calidad literaria de Meretta no es algo que se rastree recién en su producción más avanzada. Vale decir, no sólo es el Jorge Meretta mayor de treinta años el que registra un nivel poético valioso. A los dieciocho años de edad, al publicar Ufanía del sueño, ya nos encontramos con un poeta importante. Del soneto Por la eternidad de tu imagen: Dime donde está el mármol o el granito / que perdure la sabia de tu albura / y el cincel que burile tu figura / para plasmarte eterna como un grito.
Lo que sigue a Ufanía del sueño (1958) es Isla en el Alba (1961), Ocho poemas de amor (1962), Texto del Día (1962) Oda a Batlle (1963) Amor casi del Mar (1963), El agua innumerable (1963), La otra mejilla (1964), El innacido (1965), Diamor (1977), Canto a Malvín (1977), Por estos días (1979), Alusiones (1979), Ocho Poemas (1970), Viaje personal (1983), Última Voluntad (1989), Identidades y Retratos (1990), 2 Poemas, Pablo Aguiar (1991), Memoria corporal (1991), Todo el adiós (1992), Teolograma (1993), Laberinto Clave (1994), Siesta de Dios (1994), El Ángel del Silencio (1994), Intervalos (1994), Escrito en casa (1995), Memorial y Noticias (1996), Contraluz (1996), Postales y Ceremonias (1997), Memoria del Insomnio (1997), Tanto mundo (1997), El casco y la espada (1998), Ritual de la Palabra (1998), Quince Poemas (1998), Escrito a oscuras (1999), Señal del acertijo (1999), El pasajero (1999), El sobrante del humo (1999), Los alfabetos del fuego (2000), El sobrante del humo. Antología (2000), El relámpago y el círculo (2001), Cambios de sitio (2001), Emboscada de piedra (2002), Cosas de casa (2002), Código Mayor (2002), Nocturno escrito en Jaureguiberry (2002), Botellas y sobremodos (2003), Reliquias del relámpago y otros poemas (2003), ávese (2003), Propiedad privada (2003), El cazador de lluvias (2004), doce poemas (2004), Posdatas (2004), Cierre de cuentas (2005), Palabras cantadas (2005), El escondite es el cielo (2005), El mar Siguiente (2006), Código Mayor. Antología. (2006), Sin domicilio conocido (2007), después de las puertas (2007), Obra selecta (Ed. Biblioteca Nacional, 2008), Trazas (2008), debo/decir (2008), después de todo (2009), Trío (2009), Basta (2009), Dicho a dos plumas (2010), Los espejos del fuego (2010). Esto suma 68 títulos, y tengo la certeza, porque he visto y no registrado, que hay incluso más títulos publicados. Pero, lo cierto, es que ni siquiera Meretta sabía esto. Jorge se ha desprendido físicamente de más de la mitad de sus libros y en el archivo de la Biblioteca Nacional tampoco se encuentra la totalidad. En este sentido, le debo a Gerardo Ciancio, o como él llamaba, a su meretteca, el conocimiento de gran parte de su obra. En las diferentes antologías y artículos sobre el escritor se habla de una treintena de títulos editados. Incansablemente se repite este error. Pareciese que los críticos se valieran de la información de otro en vez de ir a la primera fuente. Así sucesivamente.
Algo que llama la atención, es que Meretta no proviene de una familia ilustrada o instruida dentro del plano artístico. Su padre, Juan Pedro Meretta, registraba los cuadernos contables de la empresa textil Campomar & Soulas, y su madre, María Dolores Pomodoro, era un ama de casa dedicada a las labores domésticas. La primera vinculación de Meretta con la poesía fue a través de su tío, Santiago Pomodoro, que una vez le hizo llegar los sonetos de Julio Herrera y Reissig. Misteriosamente ahí surge un idilio, entre él y la poesía, como si ambos se atrajesen desde tiempos inmemoriales. Si se puede hablar de ser poeta de raza, sin dudas, Meretta lo fue.
Jorge Meretta ha sido refractario de los círculos literarios, quizá porque su vocación no fue otra que la de escribir. Pero lo que resulta sorprendente, por decirlo de una forma eufemística, es el escaso conocimiento que hay de su obra y la falta de atención o indiferencia que demuestra la crítica literaria vernácula (siempre existe riesgo de estatuto frente a la exposición de los disidentes del status quo). Recién a fines de la década del noventa se le prestó cierta atención. Era inevitable; en esos años Meretta se había llevado prácticamente todos los premios otorgados por el Ministerio de Educación y Cultura de nuestro país (1992, 1993, 1994, 1997, 1998, 1999), así como el Premio Internacional La porte des Poètes (Francia, 1998). En 2008 la Biblioteca Nacional publicó su Obra Selecta y en 20 10 fue considerado por la Academia Nacional de Letras como uno de los mejores poetas uruguayos vivos. Sin embargo, su nombre siguió faltando en muchas antologías de autores, más allá de que críticos como Gerardo Ciancio, Hebert Benitez Pezzolano, Rafael Courtoisie o el ya fallecido Hugo Emilio Pedemonte, lo hayan señalado como un poeta fundamental. Sus libros, por supuesto, prácticamente no se difundieron ni, en consecuencia, se vendieron.
El paisaje de los últimos años de Meretta ha sido desolador. He sido - no me place en absoluto jactarme de esto- testigo como nadie de su abandono. Salvador Puig fue de los pocos que timó la soledad del cuarto piso de la calle Garibaldi. Ya cuando yo lo conocí, Salvador no estaba entre nosotros, y no es un juego de palabras aunque parezca; yo no fui a salvar a nadie. Me acerqué a Jorge con la más honda admiración, y el tiempo y ciertos vientos a favor, nos convirtieron en amigos entrañables. Lo acompañé como pude, lo ayudé como pude, lo difundí como pude; siempre un hombre puede cuando la entraña aprieta. Pero siempre van a quedar cortas y pretensiosas las palabras cuando se trata de hablar de la amistad.
Lo que siguió a Garibaldi fue el sanatorio médico Villa Carmen y luego un residencial que nunca fue su residencia. Ya no esperaba otra cosa que la muerte. Me lo dijo y respondí jorobándolo: eso no es un problema: se resuelve solo.
El 28 de junio de 2012 organicé un homenaje a Meretta, donde presenté por primera vez el documental Jorge Meretta. La magia evolucionada. Fue una noche de lluvia y de ausencias. Había invitado a ciento de personas; fuimos cinco. Finalmente no hubo discursos ni ceremonias (también había faltado uno de los disertantes ), pero Jorge igual se notó feliz y miramos en silencio la película. Sé que hubo un pequeño homenaje a Jorge después de fallecido. Sé que reunió gente. Decir lo que pienso de ello por este medio sería recurrir a un eufemismo.
En los últimos años, Jorge había rejuvenecido tanto que parecía ir a contramarcha del tiempo. Sin embargo, como una premonición, la última vez que conversamos me dijo "Me queda poco". A la semana, el 7 de julio de 2012, me llamó Eliana, su hija, mi amiga: "papá y mamá tuvieron un accidente". Al día siguiente Jorge ya no estaba entre nosotros. No quiero hablar de ese dolor.
Respecto a su obra, es inexorable - imposible decir inminente- que exista un revisión; en todos los casos, el tiempo es soberano. O, para decirlo en Meretta, durar sólo es domino de los dioses. Porque, acaso, ¿Qué se muere de entierro / ¿Qué se entierra de un muerto?
Un día sentados en un banco me dijo "El tiempo es como el viento; lo liviano se lo lleva" Él sabía algo que Selva Casal (otra gran creadora que merece más atención), había anticipado en su poesía: ya hay el reposo necesario para perdurar. Es que Jorge Meretta, véase o no, ha sembrado un grano de luz para la eternidad.
noviembre 10, 2011
la culturosis tontovideana
Lamentablemente tuve que eliminar todos los poemas inéditos. No se puede compartir nada por internet porque te eliminan de los concursos. La obra pasa a considerarse editada. Con lo cual, o se tiene la plata para editar, o se tiene que tomar este tipo de resoluciones. Una más de este tontovideo.
marzo 28, 2011
de "ALMAJARA" (Ed. Caracol al galope, 2003)
SELVA
El aire te crece torcido
Me enselvo
en tus rezos de blancura amarga
oxidando en sed el horizonte
Sé que ves el espejo que más te alma
Sé que olés el llanto de tus vasos
cuando apenas te rascan la uña
Ese tucán viene a mascarte
y te desnuda con su alcohólica garúa
No está mal escribir la frente de la lágrima
cuando el negro te atormenta
con sus pálidas nueces vacías
Te quedan más de cien trenes
para escurrir los pétalos
con todas las frutas que soñaste mañana
Es primero
calmar el bosque cuando el sol se agita
y escupirle al aire torcido
con la razón del hueso
Sé que no hay asiento en tu cenicero
Engordó tu sombra
y vos escuchando cómo crece la piel
cuando la miel del excremento se derrama
Crece la miel
y va llenando de vacío el vaso
va acariciándote las nueces
Me enselvo
DRAMA DEL SALERO
Más allá
del tango de hojas iluminadas
hoy huelo la muerte a dos centímetros
Más allá de la paloma jugando en el espejo de la ciudad
siento la lombriz agonizando en las paredes del cajón
Acá una tribu de vacas
oye atentamente
cómo le van quebrando la alfombra a sus hermanas
(y la impotencia de sus cuatro palos
se entierra como patas en el desierto del mar)
Acá hay un mundo de biblias ahogadas en las bibliotecas
un cementerio que crece
a diez cuerpos por cruz
Hoy -más oruga que nunca-
tengo el hueso vacío sobre las manos
y el drama del salero aplomándose en la frente
Hoy -con el invierno multiplicado-
vomito a la aritmética cotidiana
con el dolor de la vaca muerta en la garganta
y todas mis palomas enterradas en el espejo
Hoy, más allá de acá,
un cielo negro me acaricia con las uñas
ORFANATO DE LÁGRIMAS
Los que lustran el gatillo
saben llorar en el ropero
No es tu mano
Es el fusil que tiembla
y acaba
En el frasco de la noche
un rebaño de agujas perfora las bocas
No son tus labios
Es la muerte amedrentada en la lengua
Hay un exceso de rosas cremadas
colgando del ombligo
No es la fiebre del lápiz
Es la vida
literalmente
CIEN HUÉSPEDES
Un lunes se detiene
y no sé qué luna pariste
para enloquecerme
Sé que en tu almajara
soy cien huéspedes esperando
albacea de tus últimos gritos
en la vidriera de este infierno
Tus únicos lustres
postran una página de doscientos libros
sin ilustrar manzanas mordidas
Y en el trapecio de una garganta rota
trapaleás
con el hocico hundido de miedo
¿Por qué no te animas
a volar a mi lunes?
ALFOMBRAS ROJAS
Hay días apuñalándose
en la espuma de una noche
y un mundo de pájaros sube por el piso
Unos pocos verdes
se llevan a un raquítico
y un mundo de cielos baja por algunas páginas
En alfombras rojas
se apaga la miseria unos segundos
y un mundo de cerdos sube por las escaleras
Y ese que ríe por lo bajo
mastica la tormenta que lleva atada
subiéndole por el mundo
noviembre 08, 2010
Jorge Meretta. La magia evolucionada
Meretta puertas adentro
A Jorge Meretta lo conocí un día en que julio se abría en dos mitades. Fue un quince, cuando la tarde tendía sobre Montevideo sus últimas horas. El apartamento estaba sobre la calle Garibaldi, dándole la espalda al sol. Por eso, desde la ventana de la cocina, una portentosa columna de luz se entretejía en la madeja de humo que nos cubría. Los minutos se repartían entre largas pitadas, palabras, un desorden de libros y unos rostros teñidos crepuscularmente. Yo estaba ahí para hablar sobre un documental en el que pretendía incluir a quien ahora tenía enfrente; y de pronto, velado en la humareda dorada, tuve esa rara sensación de sentirme adentro de una película; de estar ambientado bajo alguna gelatina o artilugio fotográfico. De algún modo, el documental ya había comenzado. Lo que siguió fue una conversación –en rigor- artística que se extendió tanto más de lo que ninguno de los dos hubiese pretendido. Los relojes se habían convertido en manchas vacías contra la pared. Y cuando volví a significarlos, el humo ya había tomado el color de la penumbra. El poeta, entonces, había quedado encuadrado en una pared gris con un par de oleos desolados. Y lo que puede parecer una ingenuidad, lo sentí adentro como un golpe de campana: nos bastó sólo ese lapso, de quizá poco más de dos horas, para convertirnos en amigos. Creo que ambos nos quedamos con la sensación de que ya nos conocíamos, aún antes de habernos visto jamás. Tenemos empatía, me dijo. Por primera vez sentí que esa expresión era una necesidad, casi eufemística, para darle una solución provisoria a lo que estaba sucediendo. Pero la palabra salió en una bocanada de humo, como un fonema maniatado en la semitransparencia.
Jorge Meretta me había entregado su conocimiento con la afabilidad de un maestro. Y además, un par de tesoros que me llevé dedicados, junto a una amistad, para cuidar debajo del brazo.
Meretta después de las puertas
Jorge Meretta (Montevideo, 1940) quizá sea uno de los poetas más prolíficos y refinados del Uruguay. Su producción, que abarca más de una sesentena de títulos, tiene momentos de una calidad literaria muy difícil de encontrar en los últimos cincuenta años de la poesía nacional.
Meretta es un creador polifacético y auténtico; portador de una voz acrisolada en el continuo de una obra tan vasta, y de pasajes tan exquisitos, que cualquier antología de la poesía uruguaya debería necesariamente incluirlo. Desatender la poesía de Meretta es desoír una de las expresiones de mayor sensibilidad artística de los últimos tiempos. Como sonetista, prosélito quevediano, es un digno continuador de la tradición uruguaya de versificación endecasilábica, tal vez dentro de un panorama que no encuentra referentes así desde la ausencia de Álvaro Figueredo, Juan Cunha o Concepción Silva Bélinzon por citar algunos del los autores que hicieron culto de esta educada forma de expresión.
Cuando entramos en la poética meretteana abrimos la puerta hacia un misterio y un caos concertado de una forma tan exquisita, que ni siquiera el autor debe ser enteramente consciente del fragmento cósmico que ha construido.
La poesía mertteana tiene una médula rítmica, musical, que quizá tenga parte de su explicación en un oído cultivado por el jazz. Meretta, como un rasgo más de su singularidad, fue ejecutante de vibráfono. Pero su carácter polifacético se extiende en múltiples actividades. Durante cinco años fue panelista del programa "De puño y letra" que emitió cx 26 Radio Sodre. Es, además, un intervencionista editorial, habiendo participado en cada una de las tapas de sus libros, muchas de ellas bajo la estampa de otra de sus aficiones: la fotografía. Jorge Meretta, además de fotógrafo, integró la presidencia del Fotoclub del Uruguay. Incluso ha incursionado en cine como director y guionista del cortometraje Muñeca rota. Y todo esto sin desatender su profesión de odontólogo, lo cual le valió integrar el profesorado de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República, después de haber obtenido el doctorado.
Leer a Meretta es por momentos entrar en un laberinto, en un laberinto clave. El lector avanza en un poema y de pronto se ve en una encrucijada, en un misterio que lo deja perplejo y sin salidas aparentes; en un punto sin soluciones lógicas. La sensación es la de haber avanzado inocentemente hacia una emboscada; la de haber entrado por la puerta del sentido a un sinsentido, la de encontrarse con una trampa epistemológica; o simplemente, la de verse deslumbrado frente a un truco de magia verbal. En este último sentido, Meretta no puede hacer mejor honor de aquella paráfrasis con la cual su más admirado maestro, Walter González Penelas, definió alguna vez a la poesía: la magia evolucionada.
Algunos textos muestran, a la manera de un símbolo urbórico, esa delicada unión de los extremos del poema; construyendo un corpus textual donde las primeras palabras de la urdimbre luego aparecen entretejidas de forma magistral, y sin sabor a redundancia, en el remate del entramado poético. Por ejemplo, del poemario Después de las puertas, el poema titulado Violín: La palabra vil, por ejemplo / me cae a violín partido al medio / porque hay sonidos que debieran / cuidarse de contexto de lenguaje, / de fonemas y alófonos / que un día puedan / salvar al violín de la palabra.
La poética de Meretta tiene un gran sentido de orden. La sucesión de fonemas en el texto parecen sometidos a un concepto de equilibrio tan bien orquestado, que pareciese existir en el poeta, un dominio magistral del lastre de cada palabra en el sopeso general de la obra. Nada es indeliberado, sino producto de la rigurosidad y de cierta obsesión estética como constante. Otra de las características sobresalientes tiene que ver con el carácter sentencioso, contundente, y a la misma vez abierto, de muchos de los finales. Por ejemplo, el poema VII de Laberinto Clave: También debería nombrarte / con un paso tardío / como en aquel patio perdido / a la deriva por tu piel; / sólo allí, como ayer, / sigues desnuda: / brillan tus hombros, arde tu cintura. / Sí, debería llamarte otra vez / o dejaría un hueco vacío para siempre, / un desamparo sin consuelo y unos claros cabellos. / Pero olvido hasta tu nombre para que nada te cubrao el poema IX de Escrito en Casa: Me he tumbado en la cama y eso es todo. / Fumo esperando a nadie si esperar / es escuchar cómo un reloj martilla / sobre el clavo del tiempo. Me desnudo / Regreso hasta mi cuerpo. Estoy mirándome / a los pies que reposan como piedras caídas en el charco de la noche. / Quiero dormir y fumo. Tengo frío. / Tiro de mí. Recojo mis cobijas. / Y me cubro de toda transparencia. O en el libro Trazas, el poema V: La niebla es la hoja de este día / donde quisiera escribir un árbol / Pero las ramas son miopes / un estorbo del verde / en un tronco arrugado del papel. /
Sólo un pájaro se salva del decirse
Por otro lado, hay un Meretta aporístico, metafísico, que juega en los límites del lenguaje y en la interpelación del mismo. Una poética que entra en la profundidad de los problemas epistemológicos a partir del lenguaje. Del poema A caballo: Gasto la piel / rascándome / a espaldas de mis uñas, o en Del blanco Padre: sólo el mirar / del no ver lo que se mira / es ojo; o de El pozo: Cavo un pozo / y escarbo sin llegar al pozo/ el escondite del vacío, o de el libro Basta el poema IV: por una grieta / el tiempo escapa de una pared / Nadie puede saber cómo lo hace, cómo puede dejar a una pared tan sola / y no ser la grieta en la pared del tiempo.
Pero la calidad literaria de Meretta no es algo que se rastree recién en su producción más avanzada. Vale decir, no sólo es el Jorge Meretta mayor de treinta años el que registra un nivel poético valioso. A los dieciocho años de edad, al publicar Ufanía del sueño (1958), ya nos encontramos con un poeta importante: del soneto Por la eternidad de tu imagen: Dime donde está el mármol o el granito / que perdure la sabia de tu albura / y el cincel que burile tu figura / para plasmarte eterna como un grito.
Lo que sigue a Ufanía del sueño (1958) es Isla en el Alba (1961), Ocho poemas de amor (1962), Texto del Día (1962) Oda a Batlle (1963) Amor casi del Mar (1963), El agua innumerable (1963), La otra mejilla (1964), El innacido (1965), Diamor (1977), Canto a Malvín (1977), Por estos días (1979), Alusiones (1979), Ocho Poemas (1970), Viaje personal (1983), Última Voluntad (1989), Identidades y Retratos (1990), 2 Poemas, Pablo Aguiar (1991), Memoria corporal (1991), Todo el adiós (1992), Teolograma (1993), Laberinto Clave (1994), Siesta de Dios (1994), El Ángel del Silencio (1994), Intervalos (1994), Escrito en casa (1995), Memorial y Noticias (1996), Contraluz (1996), Postales y Ceremonias (1997), Memoria del Insomnio (1997), Tanto mundo (1997), El casco y la espada (1998), Ritual de la Palabra (1998), Quince Poemas (1998), Escrito a oscuras (1999), Señal del acertijo (1999), El pasajero (1999), El sobrante del humo (1999), Los alfabetos del fuego (2000), El sobrante del humo. Antología (2000), El relámpago y el círculo (2001), Cambios de sitio (2001), Emboscada de piedra (2002), Cosas de casa (2002), Código Mayor (2002), Nocturno escrito en Jaureguiberry (2002), Botellas y sobremodos (2003), Reliquias del relámpago y otros poemas (2003), ávese (2003), Propiedad privada (2003), El cazador de lluvias (2004), doce poemas (2004), Posdatas (2004), Cierre de cuentas (2005), Palabras cantadas (2005), El escondite es el cielo (2005), El mar Siguiente (2006), Código Mayor. Antología. (2006), Sin domicilio conocido (2007), después de las puertas (2007), Obra selecta (Ed. Biblioteca Nacional, 2008), Trazas (2008), debo/decir (2008), después de todo (2009), Trío (2009), Basta (2009), Dicho a dos plumas (2010), Los espejos del fuego (2010). Esto suma 68 títulos, y es altamente probable que me esté faltando nombrar algunos otros, ya que ni siquiera a través de Meretta pude saber con exactitud sobre toda su obra (Jorge se ha desprendido físicamente de más de la mitad de sus libros) y en el archivo de la Biblioteca Nacional tampoco se encuentra la totalidad. En este sentido, le debo a Gerardo Ciancio el conocimiento de gran parte de su bibliografía.
Algo que llama la atención, es que Meretta no proviene de una familia ilustrada o instruida dentro del plano artístico. Su padre, Juan Pedro Meretta, registraba los cuadernos contables de la empresa textil Campomar & Soulas, y su madre, María Dolores Pomodoro, era un ama de casa dedicada a las labores domésticas. La primera vinculación de Meretta con la poesía fue a través de su tío, Santiago Pomodoro, que una vez le hizo llegar los sonetos de Julio Herrera y Reissig. Misteriosamente ahí surge un idilio, entre él y la poesía, como si ambos se atrajesen de tiempos inmemoriales. Si se puede hablar de ser poeta de raza, sin dudas Meretta lo es.
Jorge Meretta ha sido una persona alejada de los círculos literarios, quizá porque su vocación no fue otra que la de escribir. Pero lo que resulta sorprendente, por decirlo de una forma eufemística, es el escaso conocimiento que hay de su obra y la falta de atención o indiferencia que demuestra la crítica literaria uruguaya (siempre existe riesgo de estatuto en el desanonimato de ciertos disidentes del status quo). No obstante, críticos como Hugo Emilio Pedemonte, Gerardo Ciancio, Hebert Benitez Pezzolano, Rafael Courtoisie, lo señalan como un poeta fundamental.
La poesía meretteana aborda los temas universales de las tradiciones retóricas, con un marcado carácter existencialista. Meretta enfrenta las convenciones, los paradigmas, interpelando la noción de tiempo, el lenguaje, las palabras como investiduras provisionales y encubridoras, el amor como un misterio ininteligible, el erotismo. Cierta recurrencia a algunos elementos conforman algo así como un panorama arquetípico meretteano, o por lo menos, nos dan un acercamiento a la construcción del self del poeta. Los espejos, las manos, el concepto del nombre como significante, son constructos identitarios que se reiteran a lo largo de su obra. Así mismo, diferentes representamenes circundan sobre la libertad como tópico (en tanto formas evasivas del self) como son los pájaros, el cielo, el humo. Y casi siempre ese velo melancólico que se tañe en la lluvia, la incertidumbre de Dios, la muerte, el desamparo, el conflicto ontológico
Las influencias de Meretta las podemos rastrear sobre todo en Francisco de Quevedo, así como en poetas como Saint-John Perse, Rainer Maria Rilke, Luís de Góngora y Argote, César Vallejo, Manuel del Cabral, Ricardo Molinari o en los uruguayos Julio Herrera y Reissig, Álvaro Figueredo, y en su confeso maestro Walter González Penelas, un poeta tan extraordinario como desconocido.
Hoy, a los 70 años de edad, Jorge Meretta, aún siendo considerado por la Academia Nacional de Letras como uno de los mejores poetas uruguayos vivos, se mantiene en una posición desconocida incluso dentro del ambiente literario nacional. Pero como sucede en estos casos, el tiempo terminará siendo el juez más justo, soberano y absoluto. Mientras tanto, algunos seguiremos juntando copas y versos junto a él en el ritual de la palabra.
Juan Pablo Pedemonte, octubre 2010.
A Jorge Meretta lo conocí un día en que julio se abría en dos mitades. Fue un quince, cuando la tarde tendía sobre Montevideo sus últimas horas. El apartamento estaba sobre la calle Garibaldi, dándole la espalda al sol. Por eso, desde la ventana de la cocina, una portentosa columna de luz se entretejía en la madeja de humo que nos cubría. Los minutos se repartían entre largas pitadas, palabras, un desorden de libros y unos rostros teñidos crepuscularmente. Yo estaba ahí para hablar sobre un documental en el que pretendía incluir a quien ahora tenía enfrente; y de pronto, velado en la humareda dorada, tuve esa rara sensación de sentirme adentro de una película; de estar ambientado bajo alguna gelatina o artilugio fotográfico. De algún modo, el documental ya había comenzado. Lo que siguió fue una conversación –en rigor- artística que se extendió tanto más de lo que ninguno de los dos hubiese pretendido. Los relojes se habían convertido en manchas vacías contra la pared. Y cuando volví a significarlos, el humo ya había tomado el color de la penumbra. El poeta, entonces, había quedado encuadrado en una pared gris con un par de oleos desolados. Y lo que puede parecer una ingenuidad, lo sentí adentro como un golpe de campana: nos bastó sólo ese lapso, de quizá poco más de dos horas, para convertirnos en amigos. Creo que ambos nos quedamos con la sensación de que ya nos conocíamos, aún antes de habernos visto jamás. Tenemos empatía, me dijo. Por primera vez sentí que esa expresión era una necesidad, casi eufemística, para darle una solución provisoria a lo que estaba sucediendo. Pero la palabra salió en una bocanada de humo, como un fonema maniatado en la semitransparencia.
Jorge Meretta me había entregado su conocimiento con la afabilidad de un maestro. Y además, un par de tesoros que me llevé dedicados, junto a una amistad, para cuidar debajo del brazo.
Meretta después de las puertas
Jorge Meretta (Montevideo, 1940) quizá sea uno de los poetas más prolíficos y refinados del Uruguay. Su producción, que abarca más de una sesentena de títulos, tiene momentos de una calidad literaria muy difícil de encontrar en los últimos cincuenta años de la poesía nacional.
Meretta es un creador polifacético y auténtico; portador de una voz acrisolada en el continuo de una obra tan vasta, y de pasajes tan exquisitos, que cualquier antología de la poesía uruguaya debería necesariamente incluirlo. Desatender la poesía de Meretta es desoír una de las expresiones de mayor sensibilidad artística de los últimos tiempos. Como sonetista, prosélito quevediano, es un digno continuador de la tradición uruguaya de versificación endecasilábica, tal vez dentro de un panorama que no encuentra referentes así desde la ausencia de Álvaro Figueredo, Juan Cunha o Concepción Silva Bélinzon por citar algunos del los autores que hicieron culto de esta educada forma de expresión.
Cuando entramos en la poética meretteana abrimos la puerta hacia un misterio y un caos concertado de una forma tan exquisita, que ni siquiera el autor debe ser enteramente consciente del fragmento cósmico que ha construido.
La poesía mertteana tiene una médula rítmica, musical, que quizá tenga parte de su explicación en un oído cultivado por el jazz. Meretta, como un rasgo más de su singularidad, fue ejecutante de vibráfono. Pero su carácter polifacético se extiende en múltiples actividades. Durante cinco años fue panelista del programa "De puño y letra" que emitió cx 26 Radio Sodre. Es, además, un intervencionista editorial, habiendo participado en cada una de las tapas de sus libros, muchas de ellas bajo la estampa de otra de sus aficiones: la fotografía. Jorge Meretta, además de fotógrafo, integró la presidencia del Fotoclub del Uruguay. Incluso ha incursionado en cine como director y guionista del cortometraje Muñeca rota. Y todo esto sin desatender su profesión de odontólogo, lo cual le valió integrar el profesorado de la Facultad de Odontología de la Universidad de la República, después de haber obtenido el doctorado.
Leer a Meretta es por momentos entrar en un laberinto, en un laberinto clave. El lector avanza en un poema y de pronto se ve en una encrucijada, en un misterio que lo deja perplejo y sin salidas aparentes; en un punto sin soluciones lógicas. La sensación es la de haber avanzado inocentemente hacia una emboscada; la de haber entrado por la puerta del sentido a un sinsentido, la de encontrarse con una trampa epistemológica; o simplemente, la de verse deslumbrado frente a un truco de magia verbal. En este último sentido, Meretta no puede hacer mejor honor de aquella paráfrasis con la cual su más admirado maestro, Walter González Penelas, definió alguna vez a la poesía: la magia evolucionada.
Algunos textos muestran, a la manera de un símbolo urbórico, esa delicada unión de los extremos del poema; construyendo un corpus textual donde las primeras palabras de la urdimbre luego aparecen entretejidas de forma magistral, y sin sabor a redundancia, en el remate del entramado poético. Por ejemplo, del poemario Después de las puertas, el poema titulado Violín: La palabra vil, por ejemplo / me cae a violín partido al medio / porque hay sonidos que debieran / cuidarse de contexto de lenguaje, / de fonemas y alófonos / que un día puedan / salvar al violín de la palabra.
La poética de Meretta tiene un gran sentido de orden. La sucesión de fonemas en el texto parecen sometidos a un concepto de equilibrio tan bien orquestado, que pareciese existir en el poeta, un dominio magistral del lastre de cada palabra en el sopeso general de la obra. Nada es indeliberado, sino producto de la rigurosidad y de cierta obsesión estética como constante. Otra de las características sobresalientes tiene que ver con el carácter sentencioso, contundente, y a la misma vez abierto, de muchos de los finales. Por ejemplo, el poema VII de Laberinto Clave: También debería nombrarte / con un paso tardío / como en aquel patio perdido / a la deriva por tu piel; / sólo allí, como ayer, / sigues desnuda: / brillan tus hombros, arde tu cintura. / Sí, debería llamarte otra vez / o dejaría un hueco vacío para siempre, / un desamparo sin consuelo y unos claros cabellos. / Pero olvido hasta tu nombre para que nada te cubrao el poema IX de Escrito en Casa: Me he tumbado en la cama y eso es todo. / Fumo esperando a nadie si esperar / es escuchar cómo un reloj martilla / sobre el clavo del tiempo. Me desnudo / Regreso hasta mi cuerpo. Estoy mirándome / a los pies que reposan como piedras caídas en el charco de la noche. / Quiero dormir y fumo. Tengo frío. / Tiro de mí. Recojo mis cobijas. / Y me cubro de toda transparencia. O en el libro Trazas, el poema V: La niebla es la hoja de este día / donde quisiera escribir un árbol / Pero las ramas son miopes / un estorbo del verde / en un tronco arrugado del papel. /
Sólo un pájaro se salva del decirse
Por otro lado, hay un Meretta aporístico, metafísico, que juega en los límites del lenguaje y en la interpelación del mismo. Una poética que entra en la profundidad de los problemas epistemológicos a partir del lenguaje. Del poema A caballo: Gasto la piel / rascándome / a espaldas de mis uñas, o en Del blanco Padre: sólo el mirar / del no ver lo que se mira / es ojo; o de El pozo: Cavo un pozo / y escarbo sin llegar al pozo/ el escondite del vacío, o de el libro Basta el poema IV: por una grieta / el tiempo escapa de una pared / Nadie puede saber cómo lo hace, cómo puede dejar a una pared tan sola / y no ser la grieta en la pared del tiempo.
Pero la calidad literaria de Meretta no es algo que se rastree recién en su producción más avanzada. Vale decir, no sólo es el Jorge Meretta mayor de treinta años el que registra un nivel poético valioso. A los dieciocho años de edad, al publicar Ufanía del sueño (1958), ya nos encontramos con un poeta importante: del soneto Por la eternidad de tu imagen: Dime donde está el mármol o el granito / que perdure la sabia de tu albura / y el cincel que burile tu figura / para plasmarte eterna como un grito.
Lo que sigue a Ufanía del sueño (1958) es Isla en el Alba (1961), Ocho poemas de amor (1962), Texto del Día (1962) Oda a Batlle (1963) Amor casi del Mar (1963), El agua innumerable (1963), La otra mejilla (1964), El innacido (1965), Diamor (1977), Canto a Malvín (1977), Por estos días (1979), Alusiones (1979), Ocho Poemas (1970), Viaje personal (1983), Última Voluntad (1989), Identidades y Retratos (1990), 2 Poemas, Pablo Aguiar (1991), Memoria corporal (1991), Todo el adiós (1992), Teolograma (1993), Laberinto Clave (1994), Siesta de Dios (1994), El Ángel del Silencio (1994), Intervalos (1994), Escrito en casa (1995), Memorial y Noticias (1996), Contraluz (1996), Postales y Ceremonias (1997), Memoria del Insomnio (1997), Tanto mundo (1997), El casco y la espada (1998), Ritual de la Palabra (1998), Quince Poemas (1998), Escrito a oscuras (1999), Señal del acertijo (1999), El pasajero (1999), El sobrante del humo (1999), Los alfabetos del fuego (2000), El sobrante del humo. Antología (2000), El relámpago y el círculo (2001), Cambios de sitio (2001), Emboscada de piedra (2002), Cosas de casa (2002), Código Mayor (2002), Nocturno escrito en Jaureguiberry (2002), Botellas y sobremodos (2003), Reliquias del relámpago y otros poemas (2003), ávese (2003), Propiedad privada (2003), El cazador de lluvias (2004), doce poemas (2004), Posdatas (2004), Cierre de cuentas (2005), Palabras cantadas (2005), El escondite es el cielo (2005), El mar Siguiente (2006), Código Mayor. Antología. (2006), Sin domicilio conocido (2007), después de las puertas (2007), Obra selecta (Ed. Biblioteca Nacional, 2008), Trazas (2008), debo/decir (2008), después de todo (2009), Trío (2009), Basta (2009), Dicho a dos plumas (2010), Los espejos del fuego (2010). Esto suma 68 títulos, y es altamente probable que me esté faltando nombrar algunos otros, ya que ni siquiera a través de Meretta pude saber con exactitud sobre toda su obra (Jorge se ha desprendido físicamente de más de la mitad de sus libros) y en el archivo de la Biblioteca Nacional tampoco se encuentra la totalidad. En este sentido, le debo a Gerardo Ciancio el conocimiento de gran parte de su bibliografía.
Algo que llama la atención, es que Meretta no proviene de una familia ilustrada o instruida dentro del plano artístico. Su padre, Juan Pedro Meretta, registraba los cuadernos contables de la empresa textil Campomar & Soulas, y su madre, María Dolores Pomodoro, era un ama de casa dedicada a las labores domésticas. La primera vinculación de Meretta con la poesía fue a través de su tío, Santiago Pomodoro, que una vez le hizo llegar los sonetos de Julio Herrera y Reissig. Misteriosamente ahí surge un idilio, entre él y la poesía, como si ambos se atrajesen de tiempos inmemoriales. Si se puede hablar de ser poeta de raza, sin dudas Meretta lo es.
Jorge Meretta ha sido una persona alejada de los círculos literarios, quizá porque su vocación no fue otra que la de escribir. Pero lo que resulta sorprendente, por decirlo de una forma eufemística, es el escaso conocimiento que hay de su obra y la falta de atención o indiferencia que demuestra la crítica literaria uruguaya (siempre existe riesgo de estatuto en el desanonimato de ciertos disidentes del status quo). No obstante, críticos como Hugo Emilio Pedemonte, Gerardo Ciancio, Hebert Benitez Pezzolano, Rafael Courtoisie, lo señalan como un poeta fundamental.
La poesía meretteana aborda los temas universales de las tradiciones retóricas, con un marcado carácter existencialista. Meretta enfrenta las convenciones, los paradigmas, interpelando la noción de tiempo, el lenguaje, las palabras como investiduras provisionales y encubridoras, el amor como un misterio ininteligible, el erotismo. Cierta recurrencia a algunos elementos conforman algo así como un panorama arquetípico meretteano, o por lo menos, nos dan un acercamiento a la construcción del self del poeta. Los espejos, las manos, el concepto del nombre como significante, son constructos identitarios que se reiteran a lo largo de su obra. Así mismo, diferentes representamenes circundan sobre la libertad como tópico (en tanto formas evasivas del self) como son los pájaros, el cielo, el humo. Y casi siempre ese velo melancólico que se tañe en la lluvia, la incertidumbre de Dios, la muerte, el desamparo, el conflicto ontológico
Las influencias de Meretta las podemos rastrear sobre todo en Francisco de Quevedo, así como en poetas como Saint-John Perse, Rainer Maria Rilke, Luís de Góngora y Argote, César Vallejo, Manuel del Cabral, Ricardo Molinari o en los uruguayos Julio Herrera y Reissig, Álvaro Figueredo, y en su confeso maestro Walter González Penelas, un poeta tan extraordinario como desconocido.
Hoy, a los 70 años de edad, Jorge Meretta, aún siendo considerado por la Academia Nacional de Letras como uno de los mejores poetas uruguayos vivos, se mantiene en una posición desconocida incluso dentro del ambiente literario nacional. Pero como sucede en estos casos, el tiempo terminará siendo el juez más justo, soberano y absoluto. Mientras tanto, algunos seguiremos juntando copas y versos junto a él en el ritual de la palabra.
Juan Pablo Pedemonte, octubre 2010.
José Parrilla. El profesor de amor.
Quizá nuestro trabajo crezca sobre el vaticinio de Ida Vitale: “Parrilla con su vida andariega es otra historia. Para mí es como uno de esos dibujos hechos con rasgos punteados que hay que adivinar y que quizá alguien completará algún día”. Así que retomamos el trazo para ingresar en uno de los misterios más insondables e interesantes de la literatura y la vida artística uruguaya. Pero antes que Ida Vitale, él mismo profetizó: “Yo voy a ser como Arthur Rimbaud, voy a escribir dos libros y voy a pasar a la posteridad” o como dice al término de su manifiesto surrealista: “Eso hasta hoy, y hasta que Ustedes se venguen de mí, y me hagan inmortal” Hoy hay muestras importantes de esta resignificación, o mejor, de esta reivindicación histórica de José Parrilla.
El documental tenía que llamarse como la edición póstuma completa de su obra: José Parrilla: El Profesor de amor. Así parecía decidirlo él, por la década del cuarenta, cuando con este epígrafe se definía en unas tarjetas personales intentando la provocación de aquel Montevideo de traje oscuro y de un lirismo anquilosado, hegemónico e institucionalizado. “Parrilla era el niño terrible al que los burgueses temían en aquella aldea llamada con pompa “la Suiza de América”. Famoso por sus tarjetas de “Profesor de Amor” que entregaba mano a mano en la calle a los transeúntes, vistiendo un batón negro de su madre, escandalizando al “Tontovideo” (Herrera y Reissig desde la Torre de los Panoramas se reían a carcajadas)” (Mario García, 2008, pp 87).
Parrilla era un raro, quizá por estar demasiado acompasado con el sentir artístico de los movimientos vanguardistas internacionales. De hecho, quizá sea el primer surrealista ortodoxo que encumbró su obra en las veredas montevideanas. “En Uruguay el surrealismo nunca había prosperado, al margen de algunos registros de Selva Márquez, en cierta forma Parrilla introdujo las técnicas de la asociación libre de ideas e imágenes (la escritura automática), el onirismo, la exaltación de lo irracional, el humour –que tanto defendía André Breton-, la libertad formal absoluta, la indagación a fondo en el inconsciente relacionado enfáticamente con lo sexual y la muerte” (Pablo Rocca, 2008, pp 76). Sin embargo, en esos primeros años de la década del cuarenta, la literatura había logrado cierto estatuto, cierta institucionalización, cierto discurso alineado a una estética, si se puede decir, legitimadora y hegemónica. “En ese momento el surrealismo y el Dada, encontraron en Parrilla su tardío e ignorado discípulo. Marginal de todo movimiento o grupo homogéneo, dejó muy pocos rastros de su obra édita y aun mucho menos de su enigmática trayectoria vital” (Pablo Rocca, 2008, pp 73). Gabriel Peveroni señala: “no puedo tampoco, ni debo, buscar ni forzar un falso objetivismo, por respeto a la academia y a quienes deberían replantear la obra de Parrilla en su justa medida aunque se alteren –y con justicia- algunos cánones sagrados que permanecen intocables desde el 45 hasta la fecha” (Gabriel Peveroni, 2008, pp 81).
Parrilla fue faro de importantes poetas como –su alguna vez contertulio- Humberto Megget, y posteriormente de autores como Mario Levrero, que al igual que otros tantos escritores actuales, lo señalan como una importante referencia literaria “Parrilla apenas había cumplido 20 años y fue considerado un maestro por ciertos escritores y artistas plásticos aun adolescentes que hacían su primeras armas en los alrededores de la Universidad y de la plaza Cagancha, sobre todo el café Sorocabana y el Taller Torres García” (Pablo Rocca, 2008, pp 75).
Parrilla es vanguardia. Es un poeta con una lucidez y una sensibilidad artística extraordinaria. No sólo supo traer la escuela francesa al Montevideo de la década del cuarenta, sino que supo dimensionar algunos de los movimientos y obras que se estaban gestando en el contexto local de aquella época. Distinguió, acertadamente, en El Pozo de Juan Carlos Onetti la novela fundamental de la literatura uruguaya, incluso antes de que la crítica de entonces la acreditara como tal. Mario García dice, refiriéndose a El Pozo: “Parrilla al acercarme el libro de Onetti en forma convincente expresó “Lee al mejor escritor uruguayo”. Esto lo dijo en el año 1941 y tenía razón. La vida atestiguó la inteligencia, su clarividencia para percibir la calidad literaria de lo escrito por Onetti en su primera novela” (Mario García, 2008, pp 86).
Con Onetti se conocieron personalmente cuando Parrilla irrumpió en la Agencia Reuter decidido a manifestar su romance con el mundo onettiano.
Así mismo, generó una fuerte relación de amistad con Raúl Javiel Cabrera y una predilección por su obra, pese a que Cabrerita, como se lo conocía, fuese un pintor prácticamente desatendido y marginado. Al mismo tiempo generó cierto vínculo con el maestro Joaquín Torres García, con quien llegó a intercambiar correspondencia y valorar artísticamente en su justa medida.
Parrilla es un desoído de la generación del 45, por trabajar en una estética totalmente distinta a la del canon. Refunda una poética urbana, montevideana, sin concesiones pintorequistas, que lo adelantan incluso a los poetas del 45” (Gabriel Peveroni, 2008, pp 81). No obstante, fue líder de un pequeño grupo de escritores que alternaban entre el Café Sorocabana y bares menos populares como el Yatasto. Este último recuerda largas noches de poesía acompañadas por Pedro Picatto, Liber Falco, Cabrerita, el profesor Roberto Ibáñez y Mario García, entre otros.
Quizá, Parrilla, en una suerte de incomprensión, incomodidad, haya decidido por el año 1948 emigrar hacia España y posteriormente a Francia donde sembraría un movimiento filosófico tan extraño y curioso como su figura: el Esterismo. Al día de hoy, un grupo de franceses y españoles se jactan de ser seguidores y discípulos de él, o del Parrillato, la otra forma de llamar a este movimiento aparentemente espiritual que se gestaría en una especie de castillo en Niza, Francia.
Bajo el nombre José Parilla se constatan dos libros asombrosos: La llave en la Cerradura y Rey Beber, publicados en 1943, y un pequeño manifiesto, El elogio del miembro, editado en el mismo año y bajo el mismo –su propio- sello editorial: Ediciones Ester. Hay versiones que hablan de posibles escritos inéditos que hubiese desarrollado Parrilla en Niza, pero eso es algo más que se agrega al enigma que rodea todo su transcurrir y, que por su parte, motiva una futura indagación.
Juan Pablo Pedemonte. Setiembre, 2010.
Bibliografía
Parrilla, José. El profesor de amor. Obra completa. Ed. Yaugurú. Bibilioteca Nacional. Montevideo, 2008
junio 29, 2010
VICENTE BASSO MAGLIO: Claridad difícil
Dejo lo poco que he encontrado de Vicente Basso Maglio (*), un poeta, dramaturgo ensayista y periodista de la llamada “generación del 20” . No existe, sin embargo, demasiada información de este poeta que fue una influencia de grandes artistas como el flaco Zitarrosa y Salvdor Puig entre otros y a quien Felisberto Hernández le dedicara el cuento “La piedra filosofal”. Con el flaco se conocieron trabajando en la emisora CX14 «El Espectador», de la cual Basso Maglio había sido uno de los fundadores. En ese entonces Zitarrosa leía los editoriales que se emitían diariamente bajo el rótulo «Opina el Espectador», redactados por Vicente. Hasta que el 31 de agosto de 1961 la Dirección decidió que Basso Maglio no escribiera más a nombre de la emisora. En el curso del mes siguiente el ex-responsable de los editoriales fallece y su portavoz es cesado. La encendida defensa pública que Zitarrosa efectúa de su proveedor de textos le cierra una puerta y le abre otra. Aquel alegato a favor de Basso Maglio llega a ser valorado como «una carta llamativamente bien escrita» que sólo podía provenir de «un periodista en agraz». Efecto final: el locutor de «El Espectador» se convierte en colaborador del semanario «Marcha».
En un entrevista que se le hace a quienes trabajaron en Radio “El Espectador” Raúl Barbero cuenta que Basso Maglio con su seudónimo "Pocas Plumas", que utilizaba para el radiodiario de El Espectador, tomaba la actualidad de una manera finamente irónica y mordaz y la ponía en labios de Varga Guillín, un famoso genovés caricaturizado nada menos que por don Lorenzo Balerio Sicco, una gran personalidad de la radiodifusión uruguaya. Los comentarios políticos del día se hacían en esos diálogos un poco cocolichescos de Basso Maglio.
Además, Basso Maglio tenía una personalidad poética formidable, participó de todo el movimiento de los años 20 que, entre otros, venían comandando Juana de Ibarbourou y Julio Casal. Era una figura formidable, un intelectual de primera fila, pero que tampoco le hacía asco a ir de repente a transmitir por Radio Sport desde el Estadio Centenario los avisos de un partido de fútbol, una cosa inexplicable. Se reía un poco de las poetisas, como lo hacía Alfredo Mario Ferreiro, quien dijo que en el año 30 el movimiento cultural de Uruguay era tan grande que solamente en la Intendencia había 5.000 poetisas empadronadas. Con esa misma broma participaba en el fichero de avisos en las transmisiones de fútbol; hay fotografías donde está él al lado de Lalo Pelicciari: Lalo transmitiendo el fútbol, el comentario a cargo "Wing" y la publicidad a cargo de un poeta de la década del 20.
Una anécdota que muestra la irreverencia y la lucidez de Basso Maglio es la que cuenta Walter Alfaro en la misma entrevista mencionada. Parece que a Basso Maglio se le ocurrió traer a las teletipos adentro del estudio. El gerente de la United Press le decía: "Eso no se hace, no se puede hacer, no lo hace nadie". Insistieron tanto que, con la complicidad de ese mismo gerente pero sin avisar a la agencia, se llevaron la teletipo adentro del estudio y desde allí se transmitía en directo ni bien llegaba la noticia. Lógicamente, el gerente tuvo que informar a la central y ésta descubrió que era un gran sistema, e inmediatamente desparramó teletipos en las emisoras de radio de los Estados Unidos. Esto nos hizo ser los pioneros en este asunto a nivel internacional.
Más allá de todo esto, lo que me resultó interesante de la obra de Basso Maglio es su visión crítica del arte. Sé que hay cierta rotulación del arte que no es demasiado sana para algo tan conceptualmente complejo, pero creo, de alguna forma, intenta abarcar un punto medular de cualquier discusión seria que torne en base a la dicotomía arte-no arte (y debería entrecomillar esta gran binomia). Los fragmentos que cito son del libro “La expresión heroica”. Creo que el título es muy acertado, sobre todo si lo tomamos desde el concepto más jungiano de la heroicidad:
CREACIÓN Y SIMULACIÓN
Ser difícilmente claro significa no reconocer en nosotros la placidez obediente de las formas que se devuelven acariciadas y no desenvueltas, que se devuelven "brillantes" y no "resplandescientes", de tal manera que esas formas estarían tan recortadas de la realidad, que nos permitirían superponerlas al nivel exterior para comprobar que fueron obtenidas con quietud, eludiendo la depuración, porque lo fácil es eludir la expresión verdadera y lo difícil es desengañarse frente al hacinamiento de las fórmulas.
Claridad fácil, maestría del cuerpo; claridad difícil, maestría del espíritu...!
En estas dos posiciones se colocan la simulación y la creación, la "literatura" y el arte y, si hay una claridad difícil de gozar y una claridad fácil de gozar y, si crear no es lo fácil sino lo difícil, es indudable que la creación no tiene más que un principio: la claridad difícil; un principio de dolor, una aptitud de sufrir porque nos quiebra las raíces ciegas y nos lleva entre el contacto perdido y la libertad remota.
Y la deducción heroica que destruye la imitación de la realidad, la ficción árida, el consuelo doméstico de los vestidos, es ésta: LA CLARIDAD DIFÍCIL ES LA VERDAD; LA CLARIDAD FÁCIL ES LA MENTIRA.
Queda pues la oscuridad de Mantegna, pero queda abierta y allí, inmensa grieta labrada sobre el mundo falso, está respirando nuestro espíritu inagotable, porque es la oscuridad que se aprovecha para seguir, no una sombra venenosa; la oscuridad en que resbalan ciclos y gira lo infinito, donde se pierde el hábito de la movilidad sin equilibrio -que está entre lo versátil y lo sedentario-, con que pasan las formas fugaces, y se adquiere el sentido profundo de la armonía y donde se perfilan las imágenes sobre la veta pensativa de la unidad; y, queda también la oscuridad de lo artificial, nunca impregnada de las grandes ternuras sino entristecida de lujo, pero, queda cerrada, tan cerrada que irá tomando el espesor de la tiniebla bajo la cual se esparce la descomposición de las máscaras.
Claridad fácil, esfuerzo sin esfuerzos del virtuoso tendido a lo largo de las líneas de depresión del arte; brillo inútil de la limitación; claridad difícil, penumbras de la vida en la expresión pura del arte...!
DIFICULTAD EN EL CREADOR; FACILIDAD EN EL LITERATO
La poesía es un arte hermético porque es divina.
El arte de entrar y salir por el ojo de la lluvia.
José Bergamín
Situado en estos ejemplos vastos de Rafael y Mantegna los conceptos de "literatura" y arte, de lo falso y lo puro, llegamos a afirmar que el arte es expresión cósmica y que la "literatura" es palabra sin planos, -descripción, narración-, cuyo encanto, -no perfección-, es cuando más el estilo por el estilo, tan encanto liviano que podemos desvanecerlo de inmediato si sustituímos la palabra suntuosa por cualquier otra palabra, sin correr ningún riesgo y sin esperar que le infundamos un alma errante y fresca a ese cuerpo dormido bajo el peso sin sueños. Y en el estilo por el estilo, al sustituir la palabra suntuosa por cualquier otra palabra, nunca podrá quedar una forma cálida sino una fosa vieja, porque el espíritu no puede desprenderse de sus formas y porque el espíritu no hace agujeros!
Por eso ha dicho Eugenio D'Ors que en Mantegna se recuerda la prosa de Tucídides, porque aún cuando a la prosa de Tucídides la moliéramos como granos olorosos, siempre nos quedaría la evocación, pues, de otra manera, no se podría explicar cómo Eugenio D'Ors asegura que Mantegna, que pinta, recuerda a Tucídides que labra prosa, anticipándonos ya que dos formas puras de arte contienen una misma verdad.
Para ser fácilmente claros, el procedimiento es, también, fácil. Basta con tomar el signo convencional y mantenerlo y la única posibilidad de no ser bastante fácilmente claros se manifestaría cuando lo desfigurásemos torturando sus límites como hace el que no sabe lo que dice o el que cree que la palabra es lo eucarístico y la deja pasar...
Entonces, los que son fácilmente claros no lo son por ellos mismos como los que se van aclarando en la oscuridad verdadera; lo son porque el signo convencional es ya fácilmente claro y ellos lo toman sin proposición, sin preocuparse, lo toman como término, no como principio, sin más alcance que la superficie, sin más conquista que la copia, en el abatimiento, nunca en la edificación.
Sólo teniendo una mente demasiado torpe, hundida en la opacidad vegetativa, podría oscurecerse la claridad fácil en su repetición de un mundo silencioso.
Y si la claridad difícil no puede brotar del signo convencional tan fácilmente claro que nadie deja de entenderlo, debe brotar entonces de la misma potencia creadora de la expresión del arte; luego, se trata de una claridad difícil o de una claridad sin fin que continúa en una oscuridad palpitante que está en el mismo plano de la claridad pura ya lograda, porque la expresión del arte se devuelve en luz y en intención de luz, en valor total o en aspiración de plenitud y la intención de luz no puede ser sombra torpe y la aspiración de plenitud no puede ser mentira sorda!
La oscuridad palpitante de la claridad difícil es el aire de la libertad espiritual donde gira la creación pura y es más inmensa que el horizonte del mar y la claridad fácil que tiene un agotamiento peor que la muerte, es un cauce bajo donde no se puede arrojar la sonda para levantarla mojada de sombras que viven...
EL SENTIDO LÍRICO
Si la expresión del arte no es reproducción de palabras sino la forma recóndita de lo indecible, si lo indecible ha de ser, elementalmente, el estado de espíritu, será preciso que transformemos la palabra, porque está probado que el signo convencional tomado en la sujección literaria, no saldrá nunca de su limitación y de su falsedad; será preciso que le hagamos recobrar una significación pura que había perdido bajo la helada campana de vidrio que rodea el ambiente yerto de los objetos, ya que el signo convencional no puede darnos más que lo ya dicho y con LO YA DICHO NO SE PODRA JAMÁS EXPRESAR LO INDECIBLE.
A continuación dejo dos poemas suyos que encontré:
LLEGADA A LA HIERBA
Con garganta de nieblas, cantaremos aún
sobre el árido cauce,
antes de trasponer el suelo erguido
de los gajos sin siega;
Y antes de atravesar enrojecido
campo de resonante estrella...
Pero, sangriento pie del abierto sendero,
al fin, sobre la fresca verdad fina,
-hierba plateada-,
te posaré!
PARA AQUEL QUE ES MI ABEJA
Aquel que tiene dentro de su garganta, días;
lleva bajo del párpado, el grano de las noches.
Aquel a quien perfila
clarín de recio brote,
luego se hace arpa fina,
miel resonante y lluvia de otoño.
Yo, estrella sin almohada, descanso en la ceniza!
Él duerme sobre marfiles
y su sueño es el trigo de la luna.
Su nuez es mi tormenta;
mi rencor, su guijarro que ahoga en la marea...
Y tú, hora profunda,
vienes de sus grandes colmenas.
(*) Vicente Basso Maglio. Montevideo 1889-1961. Poeta, dramaturgo, ensayista y periodista. Redactor de La Reforma, prosecretario de El Día y secretario de La Razón. Colaboró en revistas como Bohemia, La Cruz del Sur, La Pluma entre otras y fué fundador de radio El Espectador. En narrativa y poesía El diván y el espejo (1917), La canción de los pequeños círculos y de los grandes horizontes (1927), Antología poética (1958) y El azahar y la rosa (1962).
junio 21, 2010
2.
Nunca entendí a esos animales. Cruzaban todo el lomo del caballo para luego incorporarse nuevamente en su cuerpo. Siempre después de galopar -todas las mañanas- cuando el equino se echaba a cavilar sobre la luna y sus tobillos, los animales volvían a hacer la procesión. Luego regresaban al cuerpo. Un día el caballo abandonó el campo. Lo ataron en una carroza que llevaba hombres del color de la humedad. Esa tarde los animales salieron por un lagrimal del aquel bagual y caminaron desdeñosos por las ruedas de la diligencia. Después durmieron para siempre en el asfalto.
1.
Entre las piernas de la abuela bajaba la muerte y la veíamos desde el cuarto, tirados debajo de la cama. A mi hermana le salían aves de los ojos que recorrían la higuera y luego se metían en la enagua de la abuela que seguía tejiendo. Mis padres cenaban en una mesa que apuntaba hacia el cielo. El piso estaba repleto de escarabajos. Algunos se metían debajo de la cama y los comíamos temblando. Entonces mi hermana dejó de sacar pájaros por los ojos y me miró a mí:
- No sabía que la muerte era mujer. Por qué no la vamos a saludar en vez de escondernos.
Yo no le contesté. Sólo atrapé el último pájaro que se escapó de su ojo derecho. El gorrión estaba frío como la noche anterior. Me lo metí adentro del cuerpo y lo conservé toda una primavera. En el verano no vimos a la muerte. Una mañana el animal manó de mi boca, aleteando como el abanico que sostenía mi madre en aquel enero cuando enterraron a la abuela.
- No sabía que la muerte era mujer. Por qué no la vamos a saludar en vez de escondernos.
Yo no le contesté. Sólo atrapé el último pájaro que se escapó de su ojo derecho. El gorrión estaba frío como la noche anterior. Me lo metí adentro del cuerpo y lo conservé toda una primavera. En el verano no vimos a la muerte. Una mañana el animal manó de mi boca, aleteando como el abanico que sostenía mi madre en aquel enero cuando enterraron a la abuela.
2. Sacro lobo
Estoy dispuesto a ladrar; la hemoglobina me rapa tanto... Voy a astillar mi rabia de destilar río abajo, con tu corriente, sacro lobo del dolor, con tu corriente. ¿Y la vida? ¿Qué queda? ¿Dónde meto la vida, lobo? ¿Quién quiere mis huesos, mis recuerdos? ¿Quién este pasado sin vivir, vida mía? Lobo del hambre del hombre. Hombre de mi no ser: me deshueso. Lluvia, tormenta, revólver, grutas en la boca de los iris, cielos atravesados por la lágrima, sueños de sangre y sal, cuevas de mi alter, míos, míos, míos, míos, míos, tuyos lobo-hombre-dolor. Clemencia, lobo. Clemencia.
1. Cuervos de la menopausia
¿Cuál es el problema de que el corazón nos abandone en el mar o que corra hacia el otro lado de nuestro inconsciente? Yo cargo la cruz de los días robados por los manuscritos y los diablos. Cuántas parodias al alma de los niños juegan en los juzgados. Tengo ganas de tomar un whisky con la muerte y escupírselo. Porque nada es más limpio que el dinero quemado con la baba de los ángeles y el amor tiene siempre las luces abiertas para cualquier abuelo del odio.
Tanta rabia en los huesos del río y los peces se comen el sol que no da naranjas. Yo los veo a los pájaros vistiendo a la luna de sexo y arañando a las víboras que sufren por arrastrar su viento hacia el sillón de los palacios. No hay nada en el conjunto. Todos deberíamos salir a pescar del otro lado del cielo. Me queda una forma de nacer y otra de morir que no la quiero gritar en secreto. Sepan sofistas de los puentes llenos de lágrimas: son cenizas sus pinturas de rock. No las cuelguen en los prados ni en los cementerios ni se la obliguen como caravanas a las niñas que pretenden ser sirenas. Porque la belleza no tiene un calibre en fiebre detrás de su continente, ni una carga de humo sobre la piel. Mucho menos la tiene sobre la columna de insectos que sostiene desde la falange a la noche. El mundo vino a acariciar su cristal como a la lengua de un mamut en celo. Quiero sus yeguas, sus amígdalas. Quiero que no miren más las uñas para jurar. Quiero que no confundan los bosques con la lágrima, las pesadillas con las hojas del sur, el amor con el amor. Sepan lo hoy: el cuerpo nunca fue a cenar con su silueta, ni la lluvia detuvo su arena sobre los árboles, su locura sobre los pájaros, su nido sobre la historia de los nidos. Habrá que empezar por creer en cada flor, desafiar las mentiras que agujaron en los labios de los ciervos, en las cuevas de mariposas, en la corteza de las guitarras.
Hay un final recién nacido en la bandeja que lleva la muerte. Son las manzanas desde el azul del dolor. Porque todos segregamos para criar luciérnagas, para sanar suelas de alquitrán. Gracias pez por acostarte en el cieno hacia el cielo. Gracias tripa por el hambre de los gusanos. Gracias larva bemol por el vuelo de tu huevo. Gracias cuervos de la menopausia. Gracias pasado del nunca y tu cajón.
Tanta rabia en los huesos del río y los peces se comen el sol que no da naranjas. Yo los veo a los pájaros vistiendo a la luna de sexo y arañando a las víboras que sufren por arrastrar su viento hacia el sillón de los palacios. No hay nada en el conjunto. Todos deberíamos salir a pescar del otro lado del cielo. Me queda una forma de nacer y otra de morir que no la quiero gritar en secreto. Sepan sofistas de los puentes llenos de lágrimas: son cenizas sus pinturas de rock. No las cuelguen en los prados ni en los cementerios ni se la obliguen como caravanas a las niñas que pretenden ser sirenas. Porque la belleza no tiene un calibre en fiebre detrás de su continente, ni una carga de humo sobre la piel. Mucho menos la tiene sobre la columna de insectos que sostiene desde la falange a la noche. El mundo vino a acariciar su cristal como a la lengua de un mamut en celo. Quiero sus yeguas, sus amígdalas. Quiero que no miren más las uñas para jurar. Quiero que no confundan los bosques con la lágrima, las pesadillas con las hojas del sur, el amor con el amor. Sepan lo hoy: el cuerpo nunca fue a cenar con su silueta, ni la lluvia detuvo su arena sobre los árboles, su locura sobre los pájaros, su nido sobre la historia de los nidos. Habrá que empezar por creer en cada flor, desafiar las mentiras que agujaron en los labios de los ciervos, en las cuevas de mariposas, en la corteza de las guitarras.
Hay un final recién nacido en la bandeja que lleva la muerte. Son las manzanas desde el azul del dolor. Porque todos segregamos para criar luciérnagas, para sanar suelas de alquitrán. Gracias pez por acostarte en el cieno hacia el cielo. Gracias tripa por el hambre de los gusanos. Gracias larva bemol por el vuelo de tu huevo. Gracias cuervos de la menopausia. Gracias pasado del nunca y tu cajón.
noviembre 03, 2005
Cucarachas vip
Es una lástima confiar en los espejos. Pero peor es no creerle a las cucarachas. Confío en que hay un sudor en cada uno cuando crujen-cantan abajo de la suela. Entonces, esto iba porque me encontré al fumigador en el bar. Tenía los párpados hinchados, no por el alcohol. Esta vez estaba mirando el mantel en vez de la luna, por eso tuve que entrar al bar, por eso le apoyé la mano en la espalda antes de saludarlo. Cerró los ojos para terminarse el vaso y después me reconoció. El jueves pasado había sido la primera vez que me hablaba del laburo: que había estado en lo de una veterana que tenía las gambas de Kournikova y que le había recomendado fumigar la cocina sólo para junársela mientras ella tapaba las frutas con repasadores. Pero esta vez no habló de la veterana. Ni siquiera puso cara de imbécil.
Las cucarachas no buscan el parquet lustrado. Supongo que confían más en su sombra que en su reflejo, pero debe ser un instinto de supervivencia. No interesa. Esto venía porque el fumigador aplastó la lágrima con el puño después de que cayera sobre la mesa. Entonces dijo que tenía miedo a los espejos, que ni siquiera se podía acercar al mar. Entendí por qué no me hablaba a los ojos.
Las mariposas también se alejan. No es asunto de cucarachas ni de insectos. Pero el que asesina mariposas dicen que tiene el corazón oscuro. No sé qué tiene que ver con los espejos, pero el fumigador lo supo unir todo, siempre apuntando la nariz hacia al mantel, sin que las palabras se le mezclaran en el vino o el vino en las palabras; da lo mismo. Después dijo que no habíamos aprendido a convivir con los gusanos y que el mal ya estaba hecho. Entonces volvió a golpear la mesa.
Las alfombras rojas son sólo un problema de especie. No es su color el que divide las sangres, ni la actitud de los pasos que la pervierten; es una lucha ser a ser en paz. Entonces, el fumigador dijo que éramos cucarachas vip. Qué nos diferencia: un par de sábanas para esconder la piel, el licor parisino para tragar mejor la noche, un cerebro que no entiende un corazón, dedos prontos para el gatillo, pies para hablar del amor arriba de las flores, una cárcel para aprender a rezar, sopa de letras, petróleo y veneno, bodyart, containers de basura, limusinas y water closs.
Las cucarachas son la contracara de nuestras besos en el espejo. Por primera vez el fumigador soltó el vaso y apretó sus manos con misericordia: Pero saben disfrutar de ser el bicho horrendo que nos da belleza, de crujir debajo de las alfombras rojas, de ser la víctima de nuestro diablo natural, de correr, escapar y terminar la procesión enclavadas en nuestros pies. Y no importa la muerte (la llevan atada como una cicatriz de su nacimiento), importa el sudor en cada uno cuando crujen-cantan abajo de la suela.
Las cucarachas no buscan el parquet lustrado. Supongo que confían más en su sombra que en su reflejo, pero debe ser un instinto de supervivencia. No interesa. Esto venía porque el fumigador aplastó la lágrima con el puño después de que cayera sobre la mesa. Entonces dijo que tenía miedo a los espejos, que ni siquiera se podía acercar al mar. Entendí por qué no me hablaba a los ojos.
Las mariposas también se alejan. No es asunto de cucarachas ni de insectos. Pero el que asesina mariposas dicen que tiene el corazón oscuro. No sé qué tiene que ver con los espejos, pero el fumigador lo supo unir todo, siempre apuntando la nariz hacia al mantel, sin que las palabras se le mezclaran en el vino o el vino en las palabras; da lo mismo. Después dijo que no habíamos aprendido a convivir con los gusanos y que el mal ya estaba hecho. Entonces volvió a golpear la mesa.
Las alfombras rojas son sólo un problema de especie. No es su color el que divide las sangres, ni la actitud de los pasos que la pervierten; es una lucha ser a ser en paz. Entonces, el fumigador dijo que éramos cucarachas vip. Qué nos diferencia: un par de sábanas para esconder la piel, el licor parisino para tragar mejor la noche, un cerebro que no entiende un corazón, dedos prontos para el gatillo, pies para hablar del amor arriba de las flores, una cárcel para aprender a rezar, sopa de letras, petróleo y veneno, bodyart, containers de basura, limusinas y water closs.
Las cucarachas son la contracara de nuestras besos en el espejo. Por primera vez el fumigador soltó el vaso y apretó sus manos con misericordia: Pero saben disfrutar de ser el bicho horrendo que nos da belleza, de crujir debajo de las alfombras rojas, de ser la víctima de nuestro diablo natural, de correr, escapar y terminar la procesión enclavadas en nuestros pies. Y no importa la muerte (la llevan atada como una cicatriz de su nacimiento), importa el sudor en cada uno cuando crujen-cantan abajo de la suela.
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